LA VELOCIDAD DE LOS JARDINES
En
una entrevista con Efe, Eloy Tizón (Madrid, 1964) recuerda cómo el libro de
cuentos "Velocidad de los jardines", publicado en 1992, fue un libro
de "despedida" para él, de adiós a muchas cosas, entre ellas a su
primera juventud.
Él
era un autor desconocido de 28 años y, aunque la obra tuvo buena acogida
inicial, no tuvo ni siquiera una presentación: el primer año vendió 898
ejemplares y el segundo, en la Feria del Libro de Madrid, firmó solo dos
ejemplares.
Pero,
como recuerda en su prólogo "Zoótropo (Biografía de un libro)", en la
reedición de la editorial Páginas de Espuma, este volumen, "que tenía todo
para ser olvidado", de forma espontánea y a lo largo de los años "fue
encontrando él sólo a sus lectores".
"Por
algo inexplicable y mágico, el libro fue haciendo su camino y hubo una cierta
complicidad entre lectores que consideraban que merecía la pena. A lo largo de
muchos años y en un proceso muy lento, fue adquiriendo cierta aureola",
recuerda Tizón, que llegó a pensar en los años 90 que "Velocidad de los
jardines" se trataría de su "primer último libro".
Tizón
desvela ahora en "Zoótropo" la fórmula del cuento, que consiste en la
suma de rigor técnico y compasión humana: "Una cierta inspiración técnica,
alguna indagación en torno a la forma y un componente humano para que no se
quede en algo frío de laboratorio, un componente que tiene que ver con la
compasión", asegura el autor, que cree que éstas son las dos piedras
angulares de sus relatos.
La
mirada que extiende sobre esta primera obra es menos nostálgica que los cuentos
originales, dice: "Es curioso ver que era más nostálgico en la juventud de
lo que soy ahora".
Leerse
a sí mismo 25 años después le da cierto "vértigo", indica el autor,
al que le ha gustado ver "la fe y el entusiasmo" que tenía cuando los
escribió: "Más allá de las historias que cuenta, hay un amor por la
literatura real y verídico".
Ese
"amor desinteresado" por la escritura y ver que mantuvo ese fuego
encendido, "pese a que no había mucho estímulo alrededor", le ha
producido emoción, asegura.
Y
también le ha alegrado ver que es "un libro imperfecto", porque cree
que eso es lo que lo mantiene vivo.
"Nos
obsesionamos en los relatos con la idea de que debe ser un objeto perfecto en
el que no sobra ni falta una palabra; todo está medido y esa teoría me angustia
un poco. Prefiero que haya imperfección y que estén vivos", señala Tizón,
que considera que así el lector puede intervenir "y en los huecos que deja
el escritor puede hacer suyo el cuento".
Los
lectores de "Velocidad de los jardines" se han ido relevando
temporalmente, ya que, dice Tizón, se ha entendido mejor en generaciones
posteriores que en la suya.
"Era
un libro bastante a contracorriente de la época, en la que dominaba el realismo
'carveriano'", recuerda en referencia al escritor estadounidense Raymond
Carver.
Y
en un momento "de literatura muy documental pegada al momento, salgo yo
con una especie de artefacto lírico, con una vocación más atemporal. Costó
digerirlo, era un objeto marciano y con los años ha encontrado un lugar más
cómodo", considera su autor.
En
este aniversario, la editorial Páginas de Espuma ha realizado además una
edición exclusiva de 999 ejemplares, numerada, en tapa dura y con fotografías
de Lisbeth Salas.
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