JOAN DIDON

 EDUARDO LAGO

02 SEP 2006 - 00:00 CEST

En poco tiempo, la autora norteamericana Joan Didion (Sacramento, 1935) vio morir a su marido, el también escritor John G. Dunne, y a su hija Quintana. Fruto de esas devastadoras pérdidas escribió El año del pensamiento mágico, un libro sobre la muerte, un tema tabú en Estados Unidos.

"La novela y el ensayo son como la noche y el día. Escribir ensayo es una actividad racional, mientras que escribir una novela es algo muy parecido a soñar"

En diciembre de 2003, tras visitar a su hija, que se encontraba en coma en un hospital neoyorquino, el escritor John Gregory Dunne caía fulminado por un ataque al corazón delante de su esposa, la también escritora Joan Didion, cuando la pareja se disponía a cenar. Didion señala que aunque desde niña se había acostumbrado a buscar refugio en la literatura cuando se sentía asediada por las dificultades, tardó diez meses en iniciar la redacción de El año del pensamiento mágico. El libro es un intento de trascender el estupor y sinsentido en que nos deja sumidos el dolor cuando experimentamos la muerte de alguien muy cercano. Ochenta y ocho días después ponía punto final a un texto cuya escritura le permitió comprender lo cerca que había estado, literalmente, de la locura. La historia tiene una coda cruel. Cuando su hija recuperó la consciencia, Joan Didion pasó por el doloroso trance de comunicarle la noticia de la muerte de su padre. Aparentemente recuperada, Quintana Dunne asistió a una ceremonia funeraria celebrada en la catedral de Saint Patrick y al cabo de unos días se desplazó en avión a California, su lugar de residencia habitual. Pero poco después de tomar tierra en el aeropuerto de Los Ángeles le sobrevino una embolia pulmonar que exigió su internamiento en cuidados intensivos. Murió unos meses después, con 39 años, uno menos de los que había durado el matrimonio de sus padres. El año del pensamiento mágico estaba ya redactado cuando falleció su hija y aunque su tema es el poder devastador de la muerte, Didion no alude en él a esta circunstancia. "Creo que mi visión de la muerte no cambió tan radicalmente con la pérdida de John como con la de Quintana; ahora son muy pocas las cosas negativas que me pueden suceder", afirmó. Son palabras que ponen de relieve la impresionante fortaleza interior de Joan Didion, una mujer de aspecto físico sumamente frágil, que movida por la urgencia de comunicar su experiencia a otros, aceptó someterse a los rigores de una gira de promoción que tenía muy poco que ver con razones comerciales.

PREGUNTA. Su libro rompe con uno de los grandes tabúes de la sociedad norteamericana, atreviéndose a abordar de manera frontal el tema de la muerte.

RESPUESTA. De hecho, la actitud de los norteamericanos ante la muerte fue uno de los motivos que me llevaron a escribir El año del pensamiento mágico. Yo misma había rehuido siempre encararme con el tema de la muerte, hasta que un día no me quedó más remedio que hacerlo y cuando sucedió, me di cuenta de que no estaba preparada. La muerte era terra incognita. No había mapas para adentrarse en ella. Comprendí que mi obligación era romper el sortilegio y entrar, aunque fuera a ciegas.

P. ¿Por qué "pensamiento mágico"?

R. Los antropólogos y los psiquiatras hablan de "pensamiento mágico" para referirse a una actitud mental que nos hace sentirnos firmemente convencidos de que tenemos poderes para influir en el curso de los acontecimientos. El pensamiento mágico es característico de los niños. Cuando una pareja se divorcia es frecuente que los hijos se sientan culpables; tienden a creer que la causa de la separación es su mal comportamiento. Los ritos propiciatorios que buscan provocar la lluvia son un ejemplo muy característico de pensamiento mágico entre adultos. Cuando perdí a mi marido me aferré al pensamiento mágico con una intensidad que después me causó asombro. Me negaba a tirar sus zapatos porque estaba convencida de que si los conservaba, John volvería a por ellos.

P. En el libro habla de experiencias muy íntimas, ¿le resultó difícil escribirlo?

R. Fue una experiencia difícil y dolorosa, pero también reconfortante. La verdad es que El año del pensamiento mágico fue un libro inevitable, no estaba en mi mano no escribirlo. Cuando le puse punto final, me di cuenta de que había sido una experiencia luminosa.

P. ¿Le costó trabajo dar con una estructura adecuada?

R. Tuve muchas dificultades para encontrar una estructura adecuada. De hecho no me resultó posible empezar el libro hasta que comprendí que tenía que reproducir con toda fidelidad la manera en que viví la experiencia de la muerte de John. Revivía de manera incesante los momentos más dolorosos, el impacto de la muerte, pero cada vez que volvía a los hechos mi visión de los mismos cambiaba levemente, y eso es lo que hice al escribir el libro, volver una y otra vez sobre lo mismo, con variaciones. La estructura de El año del pensamiento mágico es obsesiva, porque la experiencia del dolor y la pérdida fue obsesiva. En el libro regreso incesantemente a los acontecimientos clave, intentando ver alguna salida diferente, como si las cosas hubieran podido discurrir por otro cauce. Todo giraba en torno a mi obsesión, y en el libro también hago que todo vuelva sobre sí mismo de manera obsesiva.

P. ¿Por qué le da tanta importancia a la poesía?

R. La poesía ha sido siempre fundamental para mí, desde que era niña, y lo sigue siendo. La poesía me ha acompañado y consolado en todo momento. En mi cabeza escucho constantemente retazos de poemas.

P. Cuando terminó El año del pensamiento mágico dijo que estaba segura de que habría reacciones adversas de la crítica. ¿Ha sido así?

R. Para asombro mío, la respuesta de la crítica ha sido sumamente positiva. Aunque también es cierto que a algunos lectores les resultó incómodo que abordara un tema tabú y ahondara en cierto tipo de sentimientos de manera tan abierta.

P. Desde los comienzos de su carrera ha alternado el ensayo y la ficción, aunque hace algún tiempo que no publica una novela. ¿Qué género le plantea más dificultades? ¿Tiene intención de volver pronto a la novela?

R. La novela y el ensayo son como el día y la noche, mejor dicho, como la noche y el día. Escribir una novela es como adentrarse en una noche muy larga y oscura. El ensayo es luminoso, su escritura tiene lugar a pleno sol. No quiero decir con esto que el ensayo sea un género fácil, no lo es ni mucho menos, sólo que escribir ensayo es una actividad racional, mientras que escribir una novela es muy parecido a soñar. En estos momentos no me siento inclinada a entrar en ese largo sueño, pero no descarto hacerlo más adelante.

P. Siempre ha dicho que le interesaban más las imágenes que las ideas. ¿Le ha ayudado eso en su labor como guionista?

R. Curiosamente, mi predilección por las imágenes no me ha servido para escribir guiones. La satisfacción que me ha dado escribir guiones tiene que ver con aspectos técnicos. Es algo que se me da bien, como cocinar. No tiene nada que ver con la escritura, propiamente dicha. Los guiones no contemplan la figura del lector. No está previsto que se lean. Son una herramienta al servicio del director.

P. ¿Qué nos puede decir del proyecto teatral que lleva a cabo con su amiga Vanessa Redgrave?

R. Trabajo en un monólogo dramático que empieza a partir de los hechos que narro en El año del pensamiento mágico. Sólo habrá un personaje, representado por Vanessa Redgrave. La obra se estrenará en marzo de 2007, en Nueva York. Me está encantando hacer este trabajo.

P. ¿Cuál es su ideal de estilo?

R. Economía, claridad, sencillez. No hay nada más difícil que la aparente facilidad. Una vez efectué un examen minucioso del principio de Adiós a las armas, de Hemingway. Conté las comas, los adjetivos, las frases, las cláusulas... y me di cuenta de lo complejísima que era su manera de estructurar el trabajo. Sin embargo, cuando se lee la prosa de Hemingway se tiene la sensación de que se está delante de un arroyo cristalino que discurre por un cauce de granito.

Comentarios

Entradas populares de este blog

JESÚS MONZÓN REPARAZ

ANTZERKIAZ

21 ILUSTRACIONES DE TONY FUTURA