El sonido
Un día
comprendí
que tenía que recoger
el silencio con las manos
para saciar mi sed,
pues sentía que el sudor,
las lágrimas
no eran suficientes...
y empecé a cavar
y a cavar
y a cavar
hasta que me di cuenta
de que no podía recoger tanta agua,
que necesitaba encontrar
un nuevo manatial
para saciar mi sed,
mi angustia,
estaba cavando mi propia cárcel.
Levanté la cabeza de la tierra
y miré al horizonte,
empecé a andar
para desentumecer mi dolorido cuerpo,
caminé toda la noche
y al amanecer sentí
la suavidad de la niebla,
el frío de la escarcha,
y comencé
a recoger las gotas húmedas
de lluvia
que rompían el silencio.
Y comprendí
que el sonido
fluye dentro de nosotros,
que hay que apartarse
de los falsos espejismos del páramo
y recoger el agua que rebosa
lleno de sonido,
de deseo,
de los manantiales sedientos.
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