Nicolas Sartorius
http://www.elmundo.es/opinion/2017/07/29/597b7b2f268e3e913b8b45d8.html
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Umbral escribió sobre Buero Vallejo: «El posibilismo consiste en ir erosionando el sistema desde dentro, pero se paga con la gloria». Nicolás Sartorius, de origen aristocrático, fue un protagonista central de la izquierda posibilista que fraguó el cambio político en España. Quizá por eso hoy, más que disfrutar de la gloria, refuta la inquina con la que una parte de su familia política zahiere la Transición. Con una hoja de servicios que incluye seis años de reclusión en Carabanchel, Sartorius cuajó desde la política y la abogacía una trayectoria volcada en defensa de las libertades. Su memoria es afilada. Y su verbo, sólido y pausado, sólo lo restringe cuando se le pregunta por Pedro Sánchez.
Podemos e IU defienden que la Constitución del 78 no fue una
llave, sino un candado.
Si dicen eso es un error gravísimo, sobre todo, porque
tiran piedras contra lo que debería ser su propio tejado. La Constitución fue
una conquista de los trabajadores, que fueron los que más se movilizaron junto
a otros sectores. Me parece un error que desde los partidos de izquierdas se
diga que fue un candado. Al contrario, fue romper el candado. Y sostener lo
contrario equivale a negar la lucha del pueblo español o a decir que quien
trajo la democracia fue la derecha. Y no, fue la izquierda. Se ha dado una
versión de la Transición absolutamente equivocada. Parece que todo lo hicieron
por arriba el Rey o Suárez.
Alberto Garzón ha asegurado en varias ocasiones que el
PCE de la Transición "engañó" a los militantes. ¿Está de acuerdo?
No, es una opinión falsa propia de una persona que no ha
vivido estos acontecimientos, que no los ha estudiado bien y que no tiene una
idea clara de lo que pasó. Es absurdo pensar que el hecho de pasar de una
dictadura a una democracia benefició a los que sostenían la dictadura. Hay que
tener una mínima idea de cómo era España en 1973 o 1974, cuando aún se fusilaba
a los disidentes, cuando la huelga era un delito de sedición según el Código
Penal, cuando no había libertad de partidos ni de sindicatos... ¿Cómo se puede
decir que conquistar todas esas libertades es un candado? Cuando muere Franco,
la democracia no viene. Hubo unos meses durísimos de Gobierno de Arias, con
muchos juicios del Tribunal de Orden Público. Ahí hubo una movilización social
enorme, aquello que Areilza calificó de «galerna de huelgas». Muchos sectores
sociales se enfrentaron al intento de dar continuidad a la dictadura y eso es
lo que lleva a que el Jefe del Estado quite a Arias y ponga a Adolfo Suárez,
que empieza a pactar. No fue una concesión, sino el resultado de una lucha.
Negar eso es negar la historia. Comprendo que una persona de derechas diga que
la democracia la trajo el Rey, pero que lo diga alguien de izquierdas...
El revisionismo de la izquierda actual con respecto a la
izquierda de la Transición, como defendió Javier Cercas en un artículo reciente
en El País Semanal, ¿agrede a la dignidad del PCE?
No es que agreda al PCE, sino a todos los trabajadores y a
todos los que lucharon contra la dictadura. No es que nos dejaran votar, como
he oído a algunos en la izquierda, sino que se conquistó el derecho de voto. Si
alguien de izquierdas no lo defiende así es que no tiene ni idea. Desde luego,
ni idea de la correlación de fuerzas que había entonces. El paso de la
dictadura a la democracia se hizo en condiciones dificilísimas, así que hay que
estudiar y tener un poco de sensatez.
¿La democracia la trajo el Rey o los cientos de miles de
represaliados por la dictadura?
La trajeron los cientos de miles de represaliados que se
movilizaron contra ella, pero hay que reconocer que el Rey, Suárez y otros
fueron inteligentes y comprendieron que había que dar paso a otra etapa. La
manifestación la creamos otros, aunque ellos se pusieron al frente. Se hizo un
pacto necesario porque nadie tenía fuerza para machacar al otro. Yo nunca he
dado una visión embellecida de la Transición. Hubo que pagar un precio muy
elevado, como demuestran las víctimas de los abogados de Atocha, Vitoria o el Bajo
Llobregat, o la cantidad de trabajadores despedidos.
¿Hubiera sido necesario depurar responsabilidades penales
por la represión?
No hubo posibilidad de eso. Muchas veces se ha comparado
este periodo con lo que ocurrió en Portugal. Si nosotros hubiéramos contado con
los militares a nuestro favor, quizá podríamos haber pedido responsabilidades
penales por la represión. No era el caso. La amnistía fue de ida y vuelta,
mutua, pero a quien más benefició fue a los que estábamos en la cárcel. Quienes
ahora nos acusan de no traer la República o aceptar la bandera desconocen la
durísima situación de entonces. Los juicios revisionistas de una parte de la
izquierda, además de hacerle el juego a la ultraderecha, no hacen más que echar
por tierra el enorme sacrificio de miles de trabajadores, de estudiantes y de
profesionales que se la jugaron.
¿Cómo cree que Carrillo pasará a la historia?
Jugó un papel positivo en la Transición; no tanto después.
Si el PCE no hubiera comprendido que la relación de fuerzas permitía ir a una
democracia, no a establecer el socialismo en España, las cosas hubiesen sido
peores. El PCE y CCOO entonces tenían mucha fuerza. Facilitamos acuerdos para
un pacto pacífico.
¿En qué momento perdieron los comunistas la hegemonía de la
Transición democrática?
El PCE es el gran partido de la lucha contra la dictadura
pero cuando llegan las elecciones de junio de 1977 tiene tres cosas muy
negativas. Por un lado, la URSS y todo lo que había significado el campo
soviético estaban ya en un desprestigio completo, y la propaganda del régimen
había vinculado al PCE con el campo soviético. Por otro, al PCE le legalizan
dos meses antes de las elecciones y en medio de una movida militar. El Consejo
Superior del Ejército emite un comunicado muy duro en el que anuncian que
aceptan la decisión por disciplina y, además, dimite el ministro de Marina. A
la gente eso le dio miedo. Además, cometió el error de presentarse a las
elecciones con gente relacionada con la Guerra Civil, como Carrillo y la
Pasionaria. El PSUC no lo hizo en Cataluña y su resultado fue mucho mejor. Todo
esto llevó al PCE a perder la hegemonía de la izquierda.
En su libro El final de la dictadura (Temas
de Hoy, 2007), escrito junto a Alberto Sabio, centra entre noviembre de 1975 y
junio de 1977 el periodo clave que fundamentó la llegada de la democracia. ¿La
Transición impuso el silencio sobre el pasado?
No hubo un pacto expreso, pero sí es verdad que ha habido
una confusión entre la amnistía y la amnesia. Yo soy partidario de la amnistía
pero no de la amnesia. Hay mucha gente joven que sabe que existió Franco pero
no tiene ni idea de las consecuencias que acarreó: aislamiento,
desmoralización, represión, pobreza, falta de libertad.
Pero la izquierda ha gobernado más de dos décadas desde
1982.
Esa izquierda que ha gobernado no articuló las condiciones
para crear una pedagogía masiva. Y conste que no reivindico la venganza.
Reivindico que la gente joven conozca qué pasó y por qué pasó. Es una vergüenza
que aún haya cientos de miles de personas enterradas en las cunetas.
¿La venganza es que ahora Podemos le pida cuentas a Martín
Villa?
Yo no lo haría. Martín Villa está acogido a la Ley de
Amnistía y eso vale para todos. Si no, no hubiera sido posible la
reconciliación.
Da la impresión, a tenor de los colectivos implicados, que
la Ley de Memoria Histórica ha sido un motivo de frustración para parte de la
izquierda.
Podía haber ido más lejos, pero su mérito es que fue un
paso adelante. Gracias a esa ley están desapareciendo todos los callejeros
franquistas, aunque echo en falta cosas fundamentales. Es inconcebible que en
la Puerta del Sol no haya una placa diciendo que ahí se torturó a los
antifranquistas.
Usted fue portavoz de IU en el Congreso. ¿Adónde va IU?
Creo que IU se ha disuelto o subsumido en otras cosas. Una
fuerza política que no se presenta a las elecciones con sus siglas, pierde
interés. La confluencia electoral con Podemos ha sepultado a IU y el propio
Garzón ha admitido que han perdido protagonismo y presencia. Ha sido un error.
¿Qué es Podemos? ¿Un movimiento efímero, una representación
fiel del 15-M o un subterfugio para abrir una vía populista en la democracia
española?
No creo que Podemos sea un fenómeno efímero pero, como
decía Kant, su futuro dependerá de lo que haga. Podemos, más que una causa, es
una consecuencia de la política de austeridad, de los errores del PSOE y de la
crisis. Y no sé si Podemos es populista, pero sí da la impresión de que adopta
posiciones según sopla el viento. Eso en política tiene un precio porque a la
gente no le gustan los veletas.
¿Se equivocó Pablo Iglesias el año pasado rechazando la
investidura de Pedro Sánchez?
Fue incomprensible. Hubiera sido mejor un Gobierno de
Sánchez que del PP. Podemos lo tuvo en su mano y le hubiera bastado la
abstención. Además, podrían haber condicionado el futuro Gobierno, pero
Iglesias quería la hegemonía de la izquierda. Errejón avisó que en política dos
y dos no siempre son cuatro.
Errejón también dijo, en Ctxt,
que "sólo habrá gobiernos de cambio si nos entendemos con el PSOE".
Las coaliciones no dependen sólo de la voluntad de los
partidos, sino del resultado electoral. Si sumas, lo haces. Si no, no. Así de
sencillo. Hoy no hay mayoría alternativa al PP salvo que se pusieran de acuerdo
PSOE, Podemos y Ciudadanos.
Borrell, en su libro Los
idus de octubre (Catarata) hace hincapié en que la gran caída
del voto socialista se produce en 2011 con Rubalcaba como candidato, es decir,
exonera a Sánchez del desplome. ¿Cuándo se jodió el PSOE?
La administración de la crisis está en el fondo de su
declive. Zapatero, cuya primera legislatura es espléndida, en mayo de 2010 se
sube a la tribuna y dice que hará "cueste lo que me cueste" una
política muy distinta a la que había defendido. Le dijo a la gente: "no os
fallaré". Y hay un momento en que la gente piensa que sí les ha fallado.
De ahí surge el 15-M.
La socialdemocracia ha pasado de representar al 40% del
electorado al 25% y a veces, como en España, al 20%. Ignacio Urquizu defiende
que la izquierda mayoritaria o pragmática no fue creativa ni audaz a la hora de
combatir la crisis. ¿Por qué decepciona la socialdemocracia?
El problema de fondo de la izquierda es que no ha hecho un
análisis serio de lo que significa la globalización y la revolución digital. La
socialdemocracia sigue mentalmente en el paradigma nacional, y ya no estamos en
eso. Hay muchos problemas que no tienen solución en el Estado-nación. La gente
no ve que haya una manera más inclusiva y democrática de globalizar y eso es lo
que lleva a rechazar la globalización.
¿Sánchez es el líder adecuado para el PSOE?
No tengo ni idea. No soy del PSOE, no puedo opinar sobre
ello. Es el que han elegido.
¿El Título VIII de la Constitución ha caducado?
Ha dado resultado durante muchos años. La España de las
autonomías ha sido, en general, una experiencia positiva. Pero hay que ir a una
reforma de la Constitución en sentido federal. Un Estado federal supone
convertir el Senado en una Cámara territorial, clarificar las competencias y
reconocer las identidades propias sin mayor problema.
Pero lo que están planteando las autoridades catalanas no se
basa en una vía reformista, sino que están en el rupturismo.
Espero que el Estado pare el referéndum. El auge del
independentismo tiene muchos motivos, por ejemplo, la crisis económica o la
reforma del Estatut, que fue un desastre después de ser votado en el Parlament
y en una consulta. Pero entre el inmovilismo del Gobierno y la secesión hay
muchas tonalidades. En el independentismo catalán hay una parte irrestricta,
los que seguirán siendo separatistas se haga lo que se haga. Luego hay otra
parte que se ha inclinado a favor del derecho a decidir que no están en esa
posición. Pero a estas personas no se les está ofreciendo nada. Hay que empezar
a hablar, a dialogar y a negociar. Es lo que se hace cuando tienes un problema
político serio. Es una obviedad decir que hay que cumplir la ley, pero no te
puedes quedar ahí.
¿Los llamados alcaldes del cambio están cumpliendo las
expectativas?
Todo el mundo puede cometer errores, pero en general creo
que han sido positivos para la izquierda. La alcaldesa de Madrid lo está
haciendo bien y con éxitos considerables, como el último WorldPride.
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