ORQUESTA DE SEÑORITAS
Cuando el pasado diciembre el director chileno de teatro Álvaro Viguera (Valparaíso, 41 años) recibió una invitación para dirigir una obra ambiciosa en el Teatro Oriente, uno de los más importantes de Santiago, no dudó en aceptar. Los casos de contagios por covid-19 se habían reducido, el Gobierno había declarado una nueva fase de relajación de restricciones, los centros comerciales y los restaurantes estaban abiertos. Los teatros necesitaban urgentemente un respiro, y poco a poco volvieron las producciones. Pero la representación de Orquesta de señoritas, del dramaturgo francés Jean Anouilh, dejó dos muertos en la compañía después de que cuatro de los siete actores y el estilista se contagiaran.
“Si no se puede abrir un teatro, ¿por qué sí una playa llena de gente?”, se pregunta Viguera, en una entrevista por Zoom, con la capital chilena otra vez en cuarentena. Por la pandemia, las artes escénicas estuvieron en 2020 “muy golpeadas” y se habían quedado sin trabajo “desde el eléctrico, hasta el tramoya o el vestuarista”, cuenta el director. Las salas que dependían en buena parte de la taquilla estaban prácticamente en quiebra. Algunos teatros habían vuelto a lo presencial y él mismo actuó a finales de año en una temporada de dos semanas en Gladys, en el Teatro Municipal de Las Condes, otro de los grandes de Santiago.
“No era tan raro en este contexto seguir para adelante. Vimos que había una posibilidad de volver, una luz, y empezamos”, analiza Viguera, uno de los directores más importantes de la escena chilena. El Teatro Oriente celebraba sus 85 años con su primera gran producción teatral y la obra elegida era Orquesta de señoritas. El equipo era de lujo, con parte de los mejores artistas del país unidos en el proyecto: los actores Luis Gnecco y Tomás Vidiella; el compositor Miguel Farías; o el escenógrafo Pablo Nuñez, entre otros. Para las hermosas y complejas pelucas que utilizarían las señoritas de Anouilh, el teatro contrató a Araya, uno de los más reputados peluqueros. “Más que miedo, había mucho entusiasmo y muchas ganas”, recuerda Viguera. Y el público estaba ansioso: “En tres días estaba toda la temporada vendida”.
Pero la semana pasada, y después de estar casi un mes hospitalizado por covid-19, Araya, de 78 años, falleció en una clínica de Santiago. El mes anterior murió por la enfermedad Tomás Vidiella, el reconocido actor de 83 años que había fundado varios teatros icónicos del país. Después de las primeras tres funciones a finales de febrero, casi todos los actores se contagiaron. Gnecco (conocido por actuar en películas como Neruda y No, de Pablo Larraín) también pasó días en el hospital. “Fue muy doloroso, porque todo había fluido bien, desde comienzos de diciembre que comenzamos los ensayos hasta que estrenamos”, cuenta el director, que fue uno de los que no llegaron a infectarse. “Y se metió el bicho. Fue mala suerte”.
Medios especializados de la farándula y algunos actores buscaron culpables. “Estuvimos muy golpeados por la opinión pública, que fue muy sensacionalista y muy irrespetuosa, como algunos de nuestros colegas”, comenta en alusión a las redes sociales. Como en el teatro antiguo griego, en el corazón del debate estaba si el trágico destino se hubiera podido evitar. “Estar buscando culpables me parece realmente absurdo”, dice Viguera. El equipo de la obra ha preferido guardar silencio en las últimas semanas, pero el director accedió a hablar con El PAÍS en nombre del grupo sobre cómo la pandemia hirió al teatro chileno. “Siento que esto nos puede ayudar a nosotros, como país, a cerrar, dando nuestro punto de vista’', dice el director.
Pregunta. ¿Qué protocolos se tomaron para evitar contagios en el Teatro Oriente?
Respuesta. Seguimos todos los protocolos, nos cuidamos. Ensayamos con mascarillas y siempre con la conciencia de que había gente mayor en el equipo, porque eran solo dos los jóvenes en el elenco, y yo. Si una sala de teatro se abría, había una cantidad determinada de público, que era muy poco: alrededor de 70 personas en una sala en la que caben 700. El teatro tenía unas luces especiales para limpiar el ambiente, más la toma de temperatura, más la mascarilla... Todas las cosas que parecieran funcionar y que están indicadas en los protocolos. También en los ensayos se hicieron exámenes PCR. Quizás por eso también había una tranquilidad, porque sentíamos que alguien nos dijo “oye, estos son los protocolos”, y lo cumplíamos y todo iba bien. Funcionaba, y funcionó hasta el minuto 90. O sea, fue como cuando estás jugando un partido de fútbol y te meten el gol en el último minuto.
P. ¿Ha intentado reconstruir cómo entró el virus al escenario en las primeras funciones?
R. Es imposible saberlo, porque era un equipo grande: un equipo de maquillaje, el equipo del teatro, el de sonido y los actores que tenían otros trabajos también. Lamentablemente, en el escenario los actores están ahí sin mascarilla y tienen que tener una relación cercana. No podría decir cómo ocurrió, pero claro, justo estrenamos cuando la ola venía.
La nueva ola de coronavirus empezaba lentamente a vislumbrarse en Santiago a finales de febrero después de las vacaciones de verano y, dado el contexto sanitario, Viguera había decidido que en vez de una larga temporada, solo se representarían tres funciones el primer fin de semana y seis (dos por día) en el segundo. “Tomás estaba muy ilusionado y decía: ‘somos el éxito de la temporada, y se reía”, cuenta el director sobre la emoción de su amigo antes del estreno, el 26 de febrero. Pero el martes 2 de marzo, después de las primeras tres funciones, otro de los actores, Cristián Campos, anunció que su prueba PCR había salido positiva. Se cancelaron inmediatamente las seis funciones de marzo.
P. Se ha dicho que el actor Cristián Campos fue quien pudo llevar el virus al teatro.
R. Sí, y es un poco absurdo ese análisis. Si le salió la primera PCR positiva no quiere decir que otra persona no tuviera covid antes o después. Él se hizo la primera PCR el lunes, porque estaba grabando en la tele, y le sale positivo, pero eso no implica que fuera él. Después en el equipo aparecen otros positivos, así que bien podría ser que alguien haya traído el bicho, no él. Él sale positivo primero, porque fue el primero que se hizo un PCR en el equipo. Me pareció injusto para Campos, y descriteriado de parte de muchos colegas, que han mirado todo esto con afán de figurar o dar cátedra desde una moral muy curiosa. Se olvidan de que cuando los artistas se ponen fundamentalistas son muy peligrosos.
P. ¿Cómo se desarrollaron las cosas después de esa primera PCR positiva?
R. Fue como un balde de agua fría. Porque en el fondo, si te dicen eso, dices “chuta, fregamos, porque sería muy raro que alguien más no esté contagiado”. Rápidamente nos hacemos todos una PCR, y salen algunos positivo y otros negativo y, después de una semana, los que salieron negativo salen positivo. Empieza a producirse como un efecto dominó. Dentro de esos positivos sale Tomás Vidiella, que hasta antes del resultado andaba buscando reemplazo para Campos. De hecho, a mí me tocó llamar a Tomás y decirle que había salido positivo. Tal como cuando yo lo había llamado para convocarlo a la obra y estaba feliz, también me tocó decirle por teléfono que salió positivo. Él estaba muy impactado, pero también tranquilo. Tomás siempre fue una persona muy tranquila, y tomaba las cosas con distancia. No era alguien que entrara en ningún pánico. Se sorprendió y bueno, ya luego ocurrió lo que ocurrió. Comenzó algo muy dramático a nivel emocional.
P. ¿Cómo ha sido este tiempo para el equipo?
R. Ha sido absolutamente de unión, muy bonito. Tengo un WhatsApp con todo el elenco, el equipo artístico, y solo nos hemos concentrado en apoyarnos, en preocuparnos por cómo está cada uno, que saliéramos todos de esto y que sanaran todos los que estaban enfermos. Nos dimos cuenta de que era una enfermedad muy rara, nos íbamos contando los síntomas. Hubo un apoyo muy fuerte, y eso fue muy importante. Y fue en el fondo por la obra. Nosotros sentíamos que estábamos abriendo un espacio para el teatro, éramos punta de flecha. Que no vengan a decir ahora “esto no se debió haber hecho”. Después de un año, ya en fase 4 [la fase que permitió la reapertura], el teatro estaba agonizando y la intención era poder volver con el teatro. Si me pasara de nuevo, lo volvería a hacer. Si estuviéramos en una fase 4, y me dijeran “hay una oportunidad con todos los protocolos”, lo volvería a hacer. No siento arrepentimiento alguno.
P. ¿Qué hubiera sido un debate constructivo sobre esta experiencia?
R. Cuando oyes voces diciendo “el teatro se acabó”, o “esto ya no va más”, me parece muy lamentable. Yo quiero que el teatro vuelva y vuelva lo antes posible. Hay que pensar cómo lo vamos a hacer y no estar apuntándonos con el dedo, porque en el fondo nosotros fuimos a subir una montaña y volvimos con heridos, volvimos con caídos, volvimos con muertos. Entonces, ¿qué hacemos? ¿No volvemos a subir nunca más la montaña? Eso no puede ser. Yo voy a volver a subirla. El gremio está muy golpeado, pero debe trabajar de manera conjunta, con respeto, porque algo así le pudo pasar a cualquiera. Y así me lo han dicho muchos colegas que me han escrito para apoyar.
Aunque Chile sigue bajo estricto confinamiento, Viguera está ya trabajando en nuevas obras para cuando pueda reactivarse el sector. Recuerda una entrevista a Tomás Vidiella meses antes del estreno, y en la que se le preguntó al actor qué deseaba para el teatro chileno en medio de la tragedia de la pandemia. “Que volvamos a empezar, es mi deseo. Que volvamos a empezar lo antes posible, antes de que la gente se olvide de nosotros”, dijo entonces Vidiella. “El teatro se hace por amor”. Por amor, o para que no se olviden de ellos, Viguera estará listo para la próxima obra.
“Creo que esto permite entender la fragilidad del teatro. Comprender lo frágil que es en todos los sentidos, desde un ámbito artístico, al más práctico y laboral. Tenemos que ir afinando qué vamos a hacer para adelante. Está bien el teatro digital, pero todos sabemos, cuando nos acostamos con nuestra almohada, que eso no es teatro, y que el teatro está en las salas, con el público”, dice el director.
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