CRONISTA SENTIMENTAL DE UNA GENERACIÓN FRUSTRADA


 


Hay una generación, aquella que se forjó políticamente en la lucha antifranquista, cuya verdadera historia, jalonada de espejismos épicos y batallas inútiles, no se ha escrito aún. Para muchos de ellos, entre los que nunca se encontró Rafael Chirbes, la llegada de la democracia significó la entrada en el mandarinato cultural y el inicio de una vida impostada como demiurgos del nuevo régimen, esta vez socialista. Sin embargo, él, que murió ayer a los 66 años como consecuencia de un fulminante cáncer de pulmón que le detectaron el pasado lunes, fue siempre, a pesar del éxito que le sobrevino al final de su carrera, como los protagonistas de sus novelas, un incómodo superviviente que no quiso olvidar y encontró en la literatura la mejor forma de levantar acta de aquellos años en los que unos pocos quisieron cambiar a todo un país que se encontraba cómodo en la dictadura. Pero eso lo descubrieron muchos años después, cuando ya era demasiado tarde.

Del empeño por que aquella historia, que era la suya y la de sus camaradas, pero también era la nuestra, no se perdiera sin remedio entre el ruido de las versiones oficiales, surgió la que sin duda es una de las mejores novelas que ha dado la literatura española del último cuarto del siglo XX: 'La larga marcha' (1996), un texto que el propio Chirbes definió como "una obra de formación" y que no es sino el relato sentimental de "un paisaje de silencios, de cosas contadas a media voz". No era la crónica que muchos querían leer. Quizá, tampoco la que el propio Chirbes querría haber contado. Hizo, la que pudo hacer, advirtiendo a los lectores que el «novelista es un gran mentiroso» del que es necesario desconfiar. Pero lo cierto es que aquella novela, que él consideró siempre como la preferida de entre todas las que escribió, se ajustaba bastante a la frustración política y emocional que supusieron para muchos la posguerra, la dictadura y los últimos años del franquismo disfrazados de monarquía impuesta.

Premiada en Alemania con el prestigioso galardón SWR-Bestenliste y traducida a varios idiomas, el éxito de ventas le obligó a convertirla en una inesperada trilogía tras la que vinieron 'La caída de Madrid' (2000) y 'Los viejos amigos' (2003), que terminaron de consolidarlo como una de las voces más sólidas del panorama literario español. Las tres novelas eran, además, el inicio de una forma de contar que se había vuelto con los años más minuciosa y preciosista frente a la contundencia y el estilo contenido de sus primeras narraciones.

Alumno de los colegios para huérfanos de ferroviarios desde la infancia, a los 16 años decide venirse a Madrid a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Complutense y desde muy pronto comienza a frecuentar el ambiente de los grupos de extrema izquierda. Detenido y torturado por primera vez en febrero de 1968, formó parte del grupo maoísta que se creó en torno a la Federación de Comunistas, germen de lo que luego sería el MC (Movimiento Comunista). Antes, sin embargo, durante una redada que la policía efectuó en su propia casa, fue detenido junto a varios miembros de la organización, conducido a la DGS y encarcelado durante varios meses.

Poco interesado por el mundo académico, se dedicó al periodismo y a la crítica literaria, especialmente en la revista gastronómica 'Sobremesa', en la que publicó mensualmente desde comienzos de los 80 crónicas de viajes, que eran en realidad ensayos de reflexión filosófica y literaria que recogió años después en dos volúmenes. Uno,'Mediterráneos' (1997), con resonancias 'braudelianas' sobre el mar de su infancia. El otro, 'El viajero sedentario' (2004), en el que se condensa una de sus mayores pasiones: "Me entusiasman las ciudades cuya biografía se parece a la vida de un individuo. Así, este libro es también una autobiografía".
Pero su irrupción literaria se había producido en 1988, cuando consiguió quedar finalista del Premio Herralde con 'Mimoum', una historia de pasión homoerótica de una provocadora belleza ambientada en los países del norte de África que también conocía de los años en los que fue profesor de español en Marruecos.

Luego llegaron varias novelas cortas de una intensidad emocional poco usual en la literatura española como 'La buena letra' (1992) o 'Los disparos del cazador' (1994), que vista con el tiempo podría considerarse una precuela involuntaria de las últimas narraciones que le proporcionaron fama y reconocimiento, 'Crematorio' (2007) y 'En la orilla' (2013).

Chirbes, de una vitalidad e inteligencia deslumbrantes, se había instalado desde hacía unos años en la pequeña localidad alicantina de Beniarbeig, voluntariamente refugiado en su espléndida biblioteca y huyendo de la inesperada popularidad conseguida con sus últimas novelas, con las que logró establecer un hilo trágico de causalidad entre el fracaso político de su generación y la frustración de quienes creyeron que vivían en un sistema modélico.

Rafael Chirbes, escritor y periodista, nació el 27 de junio de 1949 en Tabernes de Valldigna (Valencia), localidad en la que murió el 15 de agosto de 2015.

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